sábado, 5 de septiembre de 2009

Unidos por las aves

Como todos los años, el 9 de mayo se celebra en el mundo el día de las aves migratorias, festejo que resalta los diferentes valores que tienen para nuestra sociedad las aves silvestres.

El fenómeno anual de la migración de aves ha despertado nuestra curiosidad desde tiempos remotos. De unas 10,000 especies que viven en el planeta, casi un tercio se considera migratoria. Albatros y petreles, patos y cisnes, flamencos, aves de presa, chorlos, tiránidos y golondrinas, son algunos de los tantos grupos migratorios. Y las que concretan las mayores distancias -en algunos casos de hasta 15.000 kilómetros- son aves del hemisferio norte que al ver congelados sus territorios deben procurarse nuevas áreas donde continuar su ciclo vital.

En este derrotero, las aves se guían por la posición del sol y accidentes geográficos en el caso de las que migran de día o bien por las estrellas, para las que migran de noche. Y mayormente usan como carriles los grandes sistemas fluviales o las costas del continente, en las llamadas rutas migratorias.

En estas gestas aéreas, donde unen varios países y no reconocen fronteras políticas, las aves deben hacer paradas obligadas donde recuperan energía y alimento. Para ello, en nuestro país, es imprescindible la protección de sitios claves como Punta Rasa (Prov. de Buenos Aires), Mar Chiquita (Córdoba), San Antonio Oeste (Río Negro) o Bahía San Sebastián (Tierra del Fuego), que garantizan sitios de arribo a numerosos chorlos y gaviotines.

Esta especies, que nos visitan desde septiembre a marzo, además de cumplir una misión clave en los ecosistemas, son una posibilidad extraordinaria para impulsar el denominado turismo de aves, tal como lo está contemplando la Secretaría de Turismo de la Nación en una alianza estratégica con Aves Argentinas.

El estado de las aves migratorias es también un termómetro de nuestras acciones globales de conservación. Casualmente, una de las dos especies de aves extintas del planeta y que habitaba nuestro país fue el Chorlo Polar, que migraba desde Estados Unidos donde llegaba a oscurecer el cielo con sus bandadas antes de arribar a nuestras pampas.

Otras, como el aguilucho langostero, tuvieron que enfrentar en el verano de 1995-1996 la mortandad de 20,000 individuos por el uso de plaguicidas prohibidos. El accionar conjunto de gobiernos, empresas, propietarios y ONGS pudieron con inteligencia revertir una de las mayores tragedias ambientales del siglo XX.

Hoy algunas especies migratorias necesitan de nuestra ayuda urgente. Es el caso del Cauquén Colorado, una especie de ganso silvestre del que apenas sobreviven unos 900 individuos en la Argentina continental -hay otra población en las Islas Malvinas-. La especie está críticamente amenazada por actividades de caza no reguladas en el sur de la provincia de Buenos Aires.

En este sentido es imprescindible la prohibición total de caza de esta especie, y de los Cauquenes Común y Real, con quienes anualmente llega en otoño desde los gélidos ambientes de la Patagonia a los pastizales bonaerenses.

Impulsar y sostener esta medida en las temporadas siguientes y ampliada a todos los partidos de la provincia, contribuirá a recuperar esta especie. Y, de alguna manera, también será uno de mejores regalos para celebrar su día y agradecer que sigan intentando unirnos con sus vuelos, aunque muchas veces no las veamos.

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