viernes, 30 de abril de 2010

Camino al Tricentenario (ambiental)

El Bicentenario ya lo cumplimos. Son doscientos años simbólicos de nuestra patria. Nuestro país, nuestros paisajes y nuestras aves nacieron hace mucho más.

Lo que hicimos desde 1810 ya está hecho. Lo bueno y lo malo.

A boca de jarro podemos sentir que como Nación creamos un sistema de parques nacionales considerado durante muchos años un modelo para América del Sur; intentamos generar un compendio normativo inclusivo de los temas ambientales más evidentes pero también regulamos sobre cuestiones emergentes; incorporamos en la constitución una temática que era secundaria en 1853; intentamos comulgar con las convenciones internacionales (Ramsar o Cites, por comentar algunas); algunas provincias impulsaron y mantuvieron ministerios de ecología y muchas crearon áreas protegidas modelos; nacieron cientos de ONG y decenas de miles de voluntarios en una u otra oportunidad abrazaron la causa.

También nos equivocamos mucho. Sobre todo nos demoramos mucho. Porque en temas ambientales, sobre todo en temas de gestión ambiental, los últimos doscientos años son apenas los últimos cincuenta años. Pero como estamos de festejos, nos quedamos sólo con las buenas.

Las preguntas del millón serían ¿cómo pensamos vivir los próximos 100 años?; ¿podemos profundizar las acciones positivas?; ¿seremos capaces de fortalecer las instituciones oficiales y privadas que trabajan en estos temas, sobre todo al nivel de las provincias?; ¿podremos dar marcha atrás con las acciones negativas? ¿las palabras restaurar, reciclar, integrar, renovable, se van a incorporar finalmente a nuestro vocabulario?

Nuestra generación debería tener como horizonte el ser protagonista de un cambio cultural donde la educación ambiental de los argentinos sea la base para que todas estas preguntas tengan las mejores de las respuestas. Para eso deberemos trabajar mucho. Tenemos otros 100 años por delante. Y lo que hicimos en los últimos 50 es una plataforma extraordinaria para confiar que podemos.