miércoles, 23 de junio de 2010

El auto fantástico

En la ruta que une Santa Ana con los parajes del sudeste uruguayo vimos una vaquita de San Antonio que reptaba por el asfalto. Era pequeñita pero fuerte, lenta pero segura, algo ruidosa. Roja salpicada de gris.
A bordo, unas cinco personas acurrucadas por el cariño. Frenaron a nuestra distancia, una abuela casi centenaria bajó con su bastón de sauce acompañada de dos parientes bien cercanos. Llegaron a su lote con la alegría de quien sabe que, al poco tiempo, estará almorzando rico, durmiendo una buena siesta y proyectando una tarde de mate y torta frita.


Quedamos solos con el conductor y su hijo. Solos es un eufemismo. Nos quedamos con el universo de este mecánico que gustaba de las aves. Y nos contaba que tenía un Carlos VI como binocular. A los quince minutos nos dimos cuenta de que hablaba de Carl Zeiss. De tan discreto, su universo nos pareció inmenso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario